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¿Qué es el turismo gastronómico? Descubre su esencia a través de Zaragoza

Introducción: Una forma de viajar que se saborea

En los últimos años, ha surgido una manera de explorar el mundo que va más allá de los monumentos, los paisajes o las grandes ciudades.

Hablamos del turismo gastronómico, una tendencia en alza que invita a conocer los destinos a través de sus sabores, aromas, productos y tradiciones culinarias.

Para muchos viajeros, la cocina local se ha convertido en el verdadero motor de sus itinerarios, y Zaragoza se está posicionando como una de las ciudades más interesantes del noreste de España para vivir este tipo de experiencias.

Pero, ¿qué es el turismo gastronómico exactamente? ¿Qué lo diferencia de otras formas de viajar? ¿Y por qué Zaragoza ofrece un escenario tan único para saborear la cultura de una región?

Este artículo te invita a descubrir en profundidad el sentido y las posibilidades de este fenómeno, entendiendo cómo se ha convertido en una herramienta de conexión cultural, desarrollo local y disfrute personal.

Desde sus productos de proximidad hasta sus rutas enogastronómicas, desde el tapeo en el casco antiguo hasta las visitas a bodegas y mercados tradicionales, te guiaremos a través de las claves para comprender el turismo culinario en todo su esplendor.

Y lo haremos con un enfoque especial en Zaragoza, donde la cocina es identidad, memoria y placer compartido.

¿Qué es el turismo gastronómico?

Definición y origen del concepto

El turismo gastronómico, también conocido como turismo culinario, es una modalidad de viaje en la que el principal interés del visitante es descubrir y disfrutar la cultura de un lugar a través de su gastronomía.

Esta forma de turismo no se limita únicamente a comer en restaurantes, sino que abarca una amplia variedad de actividades relacionadas con la cocina local: visitas a mercados, talleres de cocina tradicional, rutas de productos autóctonos, experiencias con productores, catas de vino o aceite, y más.

El concepto como tal comenzó a estudiarse formalmente en las últimas décadas del siglo XX, aunque el acto de viajar por placer gastronómico tiene raíces históricas mucho más antiguas.

Con el auge de la globalización y el creciente interés por el origen de los alimentos, el turismo gastronómico se consolidó como una categoría turística diferenciada, reconocida incluso por organismos como la Organización Mundial del Turismo (OMT), que lo define como una herramienta clave para la diversificación del producto turístico y el desarrollo sostenible.

Hoy en día, los viajes gastronómicos no solo satisfacen el paladar, sino también el deseo de conexión cultural, sostenibilidad, autenticidad y aprendizaje que cada vez más buscan los turistas.

En este contexto, ciudades como Zaragoza encuentran una gran oportunidad para ofrecer experiencias que ponen en valor su patrimonio culinario, su identidad y su paisaje agroalimentario.

Turismo gastronómico vs turismo tradicional

Una de las grandes diferencias entre el turismo gastronómico y el turismo tradicional es el enfoque.

Mientras que el turismo convencional suele centrarse en monumentos, museos o paisajes, el viaje gastronómico busca vivencias que pasen por los sentidos, especialmente el gusto y el olfato, para conocer un territorio desde dentro.

No es lo mismo visitar Zaragoza por la Basílica del Pilar que hacerlo para degustar su ternasco de Aragón, asistir a un showcooking con chefs locales o recorrer sus rutas del vino.

Este tipo de turismo también transforma el ritmo del viaje: en lugar de “ver mucho en poco tiempo”, el turismo culinario propone parar, saborear, conversar, observar cómo se elabora un queso artesano o participar en una vendimia tradicional.

Es una forma de turismo más lenta, consciente y conectada con el entorno.

Además, suele generar un impacto económico más positivo y directo en la comunidad local, al favorecer negocios de proximidad, productores artesanales y proyectos sostenibles.

Esto convierte al turismo gastronómico en una herramienta clave para el desarrollo territorial y la revalorización de culturas alimentarias que de otro modo podrían desaparecer.

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Importancia cultural, social y económica

El valor del turismo gastronómico no se mide solo por el número de visitantes o el volumen de gasto, sino también por su capacidad para fortalecer la identidad local, dinamizar el tejido económico rural y urbano, y preservar conocimientos tradicionales.

La gastronomía es, en esencia, una expresión cultural viva que transmite valores, memoria e historia.

Cuando el viajero se sienta a la mesa, no solo se alimenta: participa de una narrativa colectiva.

Desde un punto de vista económico, el turismo culinario permite diversificar la oferta turística, desestacionalizar las visitas y redistribuir la riqueza hacia sectores que antes quedaban al margen de los grandes flujos turísticos.

Por eso, muchas regiones —incluida Zaragoza y todo Aragón— han comenzado a invertir en proyectos que fortalecen su posicionamiento como destinos gastronómicos de referencia.

En lo social, genera un vínculo entre visitantes y anfitriones, favoreciendo el intercambio y el respeto mutuo.

Además, impulsa el orgullo por lo propio y la recuperación de técnicas, recetas y productos olvidados.

En el caso de Zaragoza, esto se traduce en la valorización del aceite del Bajo Aragón, los vinos de Cariñena, los dulces de convento o los guisos heredados de generaciones.

Tipos de turismo gastronómico: más allá de la comida

Aunque a menudo se asocia únicamente con comer, el turismo gastronómico es mucho más amplio y versátil.

Existen distintos tipos de experiencias según el perfil del viajero, sus intereses y el contexto local.

Algunas de las más comunes incluyen:

  • Visitas a mercados y productores locales: permiten conocer de primera mano el origen de los alimentos, los métodos de producción y la historia detrás de cada producto.
  • Rutas del vino y del aceite: especialmente relevantes en regiones como Aragón, donde la cultura vitivinícola forma parte esencial del paisaje.
  • Cursos y talleres de cocina tradicional: donde los visitantes aprenden a preparar recetas autóctonas, como las migas aragonesas o el bacalao ajoarriero.
  • Experiencias sensoriales en restaurantes con identidad: que reinterpretan la tradición desde la innovación, como muchos chefs en Zaragoza que apuestan por el producto local.
  • Festivales y eventos gastronómicos: como ferias, jornadas de temporada o concursos de tapas, que ofrecen una visión colectiva y festiva del comer bien.

Como ves, el viaje gastronómico puede adaptarse a muchas formas, desde lo más informal hasta lo más exclusivo.

Lo importante es que la experiencia sea auténtica, conectada con el territorio y significativa para quien la vive.

Y en eso, Zaragoza tiene mucho que ofrecer.

¿Por qué Zaragoza es un destino ideal para el turismo gastronómico?

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Ubicación, historia y diversidad de productos

Zaragoza, capital de Aragón, se encuentra en una localización estratégica entre Madrid, Barcelona, Valencia y Bilbao.

Esta posición privilegiada ha convertido históricamente a la ciudad en un punto de encuentro cultural y comercial, lo cual también se refleja en su cocina.

En su gastronomía confluyen influencias mediterráneas, del interior peninsular y del norte, dando lugar a una oferta diversa, auténtica y profundamente enraizada en el territorio.

La provincia cuenta con una gran riqueza agroalimentaria, desde las fértiles huertas del valle del Ebro hasta las comarcas vinícolas como Cariñena o Calatayud, pasando por zonas montañosas con tradición ganadera.

Esta diversidad permite que el turismo gastronómico en Zaragoza tenga una base sólida en productos de kilómetro cero, con denominaciones de origen y sellos de calidad diferenciada que aseguran autenticidad y sabor.

La identidad gastronómica de Zaragoza: tradición y vanguardia

Lo que hace especial al viaje gastronómico en Zaragoza es su equilibrio entre lo tradicional y lo contemporáneo.

Aquí conviven recetas heredadas de siglos atrás con propuestas de cocina de autor que reinterpretan el recetario aragonés con una mirada innovadora.

Restaurantes como La Prensa, Cancook o Gente Rara han llevado la gastronomía local a la alta cocina, sin perder la esencia del producto.

Platos como el ternasco de Aragón, las migas, el bacalao ajoarriero, la borraja o el chilindrón forman parte del ADN culinario de Zaragoza.

Pero también lo son las tapas creativas, los menús degustación de temporada y los bares de barrio donde se sirven las mismas recetas que preparaban las abuelas.

Esta combinación de tradición e innovación enriquece la experiencia del turismo culinario, ofreciendo al visitante una visión completa de la cocina como cultura viva.

Mercados, bares y restaurantes que narran historias

Uno de los grandes atractivos del turismo gastronómico en Zaragoza es la posibilidad de sumergirse en espacios auténticos donde la comida se convierte en relato.

El Mercado Central, joya modernista recientemente rehabilitada, no solo ofrece productos frescos de altísima calidad, sino también la oportunidad de conocer a los propios productores y comerciantes que forman parte de la identidad local.

Más allá de los mercados, los bares de tapas del Tubo y otras zonas del centro histórico permiten explorar la cocina en pequeñas dosis, con cada tapa contando una historia.

Desde las clásicas croquetas de jamón hasta elaboraciones con productos de temporada, la gastronomía zaragozana se disfruta a pie de calle, en un ambiente informal y acogedor.

Y para quienes buscan una experiencia más pausada, los restaurantes de cocina tradicional y de autor ofrecen menús que revelan el alma del territorio bocado a bocado.

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Los productos estrella: del ternasco al vino DO Cariñena

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Todo turismo gastronómico de calidad se basa en productos con identidad, y Zaragoza tiene varios que la definen.

El más emblemático es sin duda el ternasco de Aragón, una carne de cordero lechal con sello de calidad reconocida a nivel europeo, que forma parte del recetario cotidiano y festivo.

Pero no es el único. La borraja, verdura humilde y deliciosa, ha sido recuperada con fuerza en los últimos años y es un símbolo de la huerta zaragozana.

El aceite de oliva virgen extra del Bajo Aragón y los vinos de la Denominación de Origen Cariñena completan una triada de productos con arraigo, sabor y proyección internacional.

Estos ingredientes, además de poder degustarse en restaurantes, son protagonistas de visitas a almazaras, bodegas y fincas, donde el viajero puede conocer el proceso completo de elaboración y participar activamente en la experiencia.

Además, Zaragoza es una tierra de dulces: desde los adoquines de anís hasta las frutas de Aragón, pasando por las trenzas de Almudévar o los productos de repostería conventual.

Todo ello suma riqueza al relato del turismo gastronómico, haciendo de cada paso un descubrimiento sensorial.

Rutas y experiencias de turismo gastronómico en Zaragoza

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Rutas del vino en Aragón: Cariñena, Calatayud y más

El turismo gastronómico en Zaragoza encuentra uno de sus pilares más potentes en las rutas del vino, que permiten descubrir no solo el sabor del territorio, sino también su historia, geografía y carácter.

La provincia alberga algunas de las zonas vitivinícolas más emblemáticas de Aragón, y muchas de ellas están a menos de una hora de la capital, lo que las convierte en escapadas perfectas para el viajero que desea conectar con lo auténtico.

La Denominación de Origen Cariñena, una de las más antiguas de España, destaca por sus vinos intensos y su paisaje de viñedos salpicado de pueblos con encanto.

Visitar una bodega en Cariñena no es solo una cata, sino un viaje al corazón de una tradición que ha sabido renovarse sin perder su esencia.

Lo mismo ocurre con las D.O. Calatayud y Campo de Borja, que ofrecen vinos con personalidad propia, muchas veces elaborados con variedades autóctonas como la garnacha.

Estas rutas del vino suelen incluir paseos por viñedos, explicaciones técnicas adaptadas al visitante, catas comentadas y maridajes con productos locales.

Algunas bodegas incluso combinan el vino con arte, arquitectura o naturaleza, creando experiencias sensoriales únicas.

Sin duda, un ejemplo claro de cómo el viaje gastronómico puede enriquecer la comprensión de un territorio.

Tours gastronómicos por el casco histórico y El Tubo

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Para quienes prefieren vivir el turismo gastronómico desde la ciudad, Zaragoza ofrece un sinfín de recorridos donde la historia y el sabor van de la mano.

Uno de los más populares es el tour por el casco histórico y la zona de El Tubo, el barrio de tapas más emblemático de la ciudad.

Este entramado de calles estrechas reúne tabernas centenarias, bares innovadores y locales donde cada tapa es una muestra de creatividad y raíz.

Durante estos tours, el visitante descubre la historia del lugar mientras prueba elaboraciones que van desde lo más tradicional —como el jamón con borraja o las migas aragonesas— hasta fusiones sorprendentes con ingredientes locales.

Acompañados por guías expertos, estos paseos permiten comprender el papel de la gastronomía en la vida cotidiana zaragozana y cómo cada receta cuenta algo del alma colectiva.

Además de El Tubo, otros barrios como La Magdalena, el entorno del Mercado Central o la ribera del Ebro también ofrecen rutas gastronómicas menos turísticas pero igual de sabrosas.

Participar en estos recorridos es una forma de integrarse en el ritmo local, apoyando a los negocios de proximidad y disfrutando de lo mejor del tapeo, el vino y la conversación.

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Experiencias inmersivas: showcookings, talleres, catas

Uno de los aspectos más enriquecedores del turismo culinario es la posibilidad de involucrarse activamente en la cultura gastronómica.

En Zaragoza, esto se traduce en una oferta creciente de experiencias inmersivas que permiten al viajero pasar de espectador a protagonista.

Los showcookings con chefs locales, por ejemplo, son una excelente manera de aprender técnicas tradicionales y contemporáneas, comprender el uso de los productos autóctonos y participar en un entorno dinámico y didáctico.

Talleres de cocina aragonesa, de repostería tradicional o de tapas creativas permiten no solo cocinar, sino también entender el origen y simbolismo de cada receta.

Las catas son otro formato estrella: de vino, de aceite, de quesos, de chocolate.

En todas ellas, se pone en valor el trabajo de los productores locales y se crea un espacio de conexión directa entre el visitante y el territorio.

Muchas de estas actividades se realizan en entornos privilegiados —bodegas, fincas, centros culturales— y con profesionales apasionados que transmiten mucho más que conocimiento técnico.

Estas experiencias gastronómicas son ideales tanto para parejas como para grupos o familias, y ofrecen una manera distinta de hacer turismo: más lenta, más significativa y más memorable.

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Turismo gastronómico sostenible y de cercanía

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El futuro del turismo gastronómico pasa, sin duda, por la sostenibilidad.

En Zaragoza y su entorno, cada vez más proyectos apuestan por un modelo turístico que respete el medio ambiente, promueva el consumo responsable y favorezca la economía local.

Esto se refleja en la apuesta por productos de temporada, en el apoyo a pequeños productores, en el uso de envases reutilizables y en la reducción de residuos.

Al elegir un viaje gastronómico consciente, el visitante se convierte en un agente de cambio positivo.

Participar en una visita a una granja ecológica, asistir a un mercado de productores locales o comer en un restaurante que trabaja con alimentos de proximidad no solo mejora la experiencia personal, sino que contribuye al desarrollo de comunidades resilientes.

En este sentido, iniciativas como los mercados agroecológicos, los huertos urbanos o los programas de educación alimentaria también forman parte del ecosistema del turismo culinario sostenible.

Zaragoza, con su compromiso creciente con el medioambiente y la calidad alimentaria, se posiciona como un destino ideal para quienes desean viajar con conciencia.

Beneficios del turismo gastronómico para el viajero y la comunidad local

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Conexión con la cultura local a través del paladar

Uno de los mayores aportes del turismo gastronómico es su capacidad de generar una conexión real, profunda y emocional entre el visitante y el destino.

A través de los sabores, el viajero accede a relatos que no se encuentran en los museos ni en las guías turísticas.

Cada receta, cada ingrediente y cada técnica culinaria son una expresión directa de la historia, el clima, la geografía y la identidad de una comunidad.

En Zaragoza, esta conexión se vive en la forma de preparar unas migas, en una conversación con un bodeguero sobre la vendimia, o en la sencillez de una borraja hervida aliñada con aceite del Bajo Aragón.

El viaje gastronómico activa los sentidos, pero también la memoria y la empatía: permite saborear lo que otros han comido durante generaciones, comprender su modo de vida, su calendario festivo y sus valores.

En un mundo donde muchos destinos tienden a la homogeneización, el turismo culinario ofrece al visitante la posibilidad de vivir una experiencia irrepetible, anclada en lo auténtico, en lo que no se puede replicar.

Y eso convierte al comer en un acto cultural de primer nivel.

Revitalización del comercio local y productores

Desde una perspectiva económica, el turismo gastronómico actúa como un motor que dinamiza el tejido comercial más cercano.

Al centrarse en productos locales y experiencias en origen, genera ingresos directos para agricultores, ganaderos, pescadores, artesanos, elaboradores y hosteleros que forman parte del sistema alimentario del territorio.

En Zaragoza, esto significa apoyar a los productores de ternasco, a los viticultores de Cariñena, a las cooperativas de aceite del Bajo Aragón o a las panaderías que mantienen vivas recetas centenarias.

También implica dar visibilidad a restaurantes familiares, bares de barrio y mercados tradicionales que, muchas veces, quedan fuera del radar del turismo convencional.

El viaje gastronómico fomenta el consumo en pequeñas economías, favorece la circularidad y ayuda a mantener empleos estables y de calidad.

Además, impulsa nuevas formas de emprendimiento local, como rutas organizadas por productores, escuelas de cocina, agroexperiencias o proyectos de turismo rural enfocados en la alimentación.

Impacto positivo en la sostenibilidad y el territorio

El turismo gastronómico bien gestionado también tiene un impacto positivo en términos ambientales y territoriales.

Al promover el uso de productos de cercanía, de temporada y ecológicos, contribuye a reducir la huella de carbono y a valorizar prácticas agrícolas respetuosas con el medioambiente.

Asimismo, pone en el centro la importancia de conservar los paisajes agrarios, las razas autóctonas y las técnicas tradicionales.

En el caso de Zaragoza, esta sostenibilidad se refleja en iniciativas como el fomento de circuitos cortos de comercialización, el apoyo a la agroecología, o la integración de criterios sostenibles en restaurantes, bodegas y alojamientos.

Además, al diversificar el tipo de visitantes y desestacionalizar las llegadas, el turismo culinario ayuda a descongestionar zonas saturadas y a distribuir mejor los beneficios del turismo en el tiempo y el espacio.

Por otro lado, este modelo contribuye a preservar la cultura alimentaria como patrimonio inmaterial.

Y en un momento en que muchas tradiciones corren el riesgo de perderse, esa revalorización desde el turismo es una forma efectiva y emocional de asegurar su continuidad.

Consejos para vivir el turismo gastronómico en Zaragoza como un local

Qué buscar en una experiencia gastronómica auténtica

Para que el turismo gastronómico tenga verdadero valor, debe ofrecer autenticidad.

Esto no significa solo que la comida sea «típica», sino que esté conectada con la cultura, los productos y las personas que la hacen posible.

Una experiencia gastronómica auténtica es aquella que te permite entender el «por qué» y el «cómo» de un plato, que te conecta con quienes lo elaboran y que se basa en ingredientes locales, frescos y de temporada.

En Zaragoza, esto puede manifestarse en muchas formas: un menú del día en un restaurante familiar que sirve guisos tradicionales, una cata de vinos guiada por el propio viticultor, una visita a una almazara donde aún se prensa el aceite como antaño, o una clase de cocina donde aprendes a preparar platos que no encontrarás en las guías turísticas.

Busca lugares que cuenten una historia, que trabajen con productores cercanos y que tengan un compromiso con su entorno.

Fechas clave y eventos imperdibles en Zaragoza

Planificar tu viaje gastronómico en torno a fechas especiales puede enriquecer la experiencia enormemente.

Zaragoza acoge a lo largo del año eventos que celebran la cocina local en todas sus dimensiones, desde lo más popular hasta lo más gourmet.

– **Fiestas del Pilar (octubre)**: ideales para combinar cultura, tradición y gastronomía. Durante estas fechas se celebran ferias, mercados y concursos gastronómicos.

– **Gastropasión (Semana Santa)**: ruta de tapas inspiradas en la cocina cuaresmal, reinterpretada por los mejores bares y restaurantes de la ciudad.

– **Zaragoza Food Fest**: ciclos temáticos dedicados a hamburguesas, ramen, tacos, bocatas… una fusión entre tradición e innovación.

– **Muestra Agroecológica de Zaragoza (todos los sábados)**: mercado de productores ecológicos locales en la plaza del Pilar, perfecto para conocer la despensa zaragozana de primera mano.

Estos eventos no solo ofrecen la posibilidad de probar nuevos sabores, sino también de participar en actividades culturales, showcookings, visitas guiadas y charlas, convirtiendo la estancia en una vivencia completa.

Cómo elegir tours gastronómicos de calidad

A la hora de contratar una ruta o experiencia de Turismo Gastronómico, es importante fijarse en ciertos aspectos que marcan la diferencia entre una actividad superficial y una realmente enriquecedora:

– Guías especializados: elige empresas que trabajen con guías locales apasionados por la gastronomía y con conocimientos profundos del territorio.

– Conexión con el producto local: asegúrate de que el tour incluya lugares que trabajan con ingredientes de cercanía y respeten las temporadas.

– Diversidad de paradas: un buen tour mezcla bares, mercados, tiendas gourmet y productores, para ofrecer una visión completa.

– Tamaño de grupo reducido: esto permite una experiencia más íntima, personalizada y cercana.

– Compromiso con la sostenibilidad: valora si se utilizan materiales reciclables, se evita el desperdicio alimentario o se apoya a proyectos sociales.

En Zaragoza, empresas como Rutica 41 ofrecemos rutas cuidadosamente diseñadas, con guías expertos y una clara apuesta por el patrimonio gastronómico local, la sostenibilidad y la calidad.

Recomendaciones prácticas y tips locales

Por último, te dejamos algunos consejos útiles para disfrutar de tu viaje gastronómico en Zaragoza como un auténtico local:

– Come donde comen los zaragozanos: no te limites a los lugares turísticos. Pregunta a los locales o busca reseñas de sitios frecuentados por vecinos de la ciudad.

– Ve de tapeo sin prisas: Zaragoza se disfruta caminando y tapeando. Dedica tiempo a probar varias tapas en distintos bares, especialmente en El Tubo, La Magdalena o el entorno del Mercado Central.

– Prueba los productos de temporada: cada estación ofrece productos únicos. Las alcachofas en invierno, las cerezas en primavera, el melocotón de Calanda en verano, o las setas en otoño.

– Haz tus compras en mercados y tiendas tradicionales: si te llevas productos, que sean de calidad y con historia. Conservas, vinos, aceites o dulces son recuerdos sabrosos y con identidad.

– Sé curioso: pregunta, observa, participa. La gastronomía zaragozana está llena de matices, y descubrirlos te hará sentir parte del lugar.

Conclusión: Zaragoza como puerta de entrada al sabor de Aragón

A lo largo de este recorrido hemos visto que el turismo gastronómico no es simplemente una moda, sino una forma profunda y significativa de conocer un lugar.

Viajar a través de los sabores, los productos locales, las recetas heredadas y las experiencias culinarias compartidas permite al visitante integrarse en la cultura de manera auténtica, respetuosa y enriquecedora.

En este contexto, Zaragoza se revela como un destino privilegiado: una ciudad donde la tradición y la innovación gastronómica se dan la mano, donde el producto local tiene alma y donde cada experiencia alimentaria cuenta una historia real.

Desde las tapas del Tubo hasta los vinos de Cariñena, desde los showcookings en el centro histórico hasta las rutas rurales por huertas y bodegas, Zaragoza ofrece al viajero la oportunidad de saborear Aragón en toda su profundidad.

Llamado a la acción: descubre nuestras rutas gastronómicas

Si estás buscando una manera diferente de conocer Zaragoza —más cercana, más sensorial, más auténtica—, te invitamos a vivir una experiencia de turismo gastronómico con nosotros.

En Rutica 41 diseñamos rutas y visitas guiadas privadas donde la comida es la excusa perfecta para descubrir el alma del territorio.

Nuestros tours gastronómicos combinan historia, cultura, sabores y personas reales. Ya sea en el casco histórico, en una bodega centenaria o en un pequeño taller de cocina, cada parada está pensada para dejarte un recuerdo imborrable.

No viajes con prisa. Viaja con hambre de conocer. Y Zaragoza te dará de comer como nadie.